Personalizar las preferencias de consentimiento

Usamos cookies para ayudarle a navegar de manera eficiente y realizar ciertas funciones. Encontrará información detallada sobre cada una de las cookies bajo cada categoría de consentimiento a continuación.

Las cookies categorizadas como “Necesarias” se guardan en su navegador, ya que son esenciales para permitir las funcionalidades básicas del sitio web.... 

Siempre activas

Las cookies necesarias son cruciales para las funciones básicas del sitio web y el sitio web no funcionará de la forma prevista sin ellas. Estas cookies no almacenan ningún dato de identificación personal.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies funcionales ayudan a realizar ciertas funcionalidades, como compartir el contenido del sitio web en plataformas de redes sociales, recopilar comentarios y otras características de terceros.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies analíticas se utilizan para comprender cómo interactúan los visitantes con el sitio web. Estas cookies ayudan a proporcionar información sobre métricas el número de visitantes, el porcentaje de rebote, la fuente de tráfico, etc.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies de rendimiento se utilizan para comprender y analizar los índices de rendimiento clave del sitio web, lo que ayuda a proporcionar una mejor experiencia de usuario para los visitantes.

No hay cookies para mostrar.

Las cookies publicitarias se utilizan para entregar a los visitantes anuncios personalizados basados ​​en las páginas que visitaron antes y analizar la efectividad de la campaña publicitaria.

No hay cookies para mostrar.

De Calatrava a Sevilla

20,90 

Autor: 

Carlos Sánchez Alcaide

ISBN: 

978-84-1189-423-4
Categoría:

En stock

Esto me lo pidió la última vez que lo vi en su aposento de la torre del homenaje del
castillo de Calatrava, el día que me despedí para venirme a Sevilla, en aquel viaje de
ilusión de traerme a las Andreas y que tan mal me salió, porque me vine sin ellas.
A las escondidas estuve cual gazapo sin madriguera, comiendo de la caridad y el
descuido, como los gatos de allí, que estaban por todas partes. No sé cuántos días
fueron. Pudieron ser tantos como los dedos de una mano, o a lo mejor de las dos,
porque no sabía contar.
Malo hubiera sido, porque mi alma estaría dando saltos por los fuegos del infierno,
porque pecando estaba, con mucha dedicación y poco arrepentimiento. Sí que
ya lo dije y diré mientras viva: que el conocimiento de las letras y los números me
trajeron más fama y beneficios que todos los demás saberes que estos hombres de Dios
embutían en mi mollera de zagal travieso y vagabundo, que fue mi condición primera.
Se pararon los caballos y don Juan me preguntó: «¿Y con la madre también?». «No
señor, la madre solo el cuscús, una excelente cocina y buena conversación. Nunca le
propuse nada y menos insinuó. Es una buena mujer». Aquí es momento de aclarar que
el trato entre cristianos y moros nunca fue de lo mejor y se miraban de lado porque
buenas amistades nunca se hacían entre ellos.
Debió ser un buen mazazo entre el cuello y la cabeza, y el que fuera, no contento,
también me rompió una pierna.
Al bizco no le interesa que se sepa de sus cuernos y que los colocó un cristiano. Pasados
los días, el que me buscó me dijo que nunca vio dar tantos besos como allí se repartieron:
las mujeres no paraban, y yo llegué a llorar. Hasta él se emocionó porque le pareció
advertir que los caballos también lloraban. «Lo mismo, este caballero me ha dicho que
no es fácil de explicar el hecho de que sigas vivo. Al parecer, hay sobradas razones para
que te hubieran ahorcado o ponerte la cabeza pinchada en una pica, a la entrada de
varios sitios».
El indignado que tengo me dura desde el mismo día que me dijeron que tu Andrea, tan
hermosa y tan querida, le ponía cuernos a un muerto.
…me sacó una buena jarra de vino de Valdepeñas, que tenían allí guardado a ocasiones
especiales. Dos buenos tragos tomé, que me supieron a gloria. Se están alzando dinteles,
porque queda algún antiguo, y el bueno de Nicolás es a veces distraído, y si el dintel está
bajo, seguro que se la pega.

Descripción

CARLOS SÁNCHEZ ALCAIDE
Nació en Valdepeñas en junio de 1936. Estudió el bachiller de los siete años en el instituto Bernardo de Balbuena, del antiguo caserón de la calle del Buensuceso.
Es perito industrial mecánico. Estudió tres años en Linares y terminó tras otros dos en Madrid. Trabajó en la industria: año y medio en Barcelona y otro tanto en Madrid. Al llamado de la tierra se
vino a Valdepeñas. Aquí entró en la enseñanza, en el hoy instituto Gregorio Prieto, como profesor
de metal, profesión que ha ejercido a lo largo de treinta y siete años.
Aficionado a las gemas, obtuvo el título de gemólogo en el I.G.M. de Madrid. Era el año 1989. Las gemas y su afición le han proporcionado viajes y vivencias de excepcional interés. Así, viajó al Brasil, Amberes, Londres, Ginebra y, sobre todo, Estambul. En el bazar de las especias entabló interesante amistad con los sefarditas toledanos. Eso y su afición, desde siempre, a los castillos han dado pie a las cosas que luego ha escrito. Es este su tercer libro.

© 2024 Desarrollado por Karma Agencia