Sendero 78 Un paseo por el recuerdo

Caminar:
Ese acto que Juan Nicolás, mi padre, ha conseguido que no sea algo mundano, repetitivo, sino todo un carrusel de experiencias que guardar. Ya sea en su retina, en su memoria a largo plazo, en la tarjeta de memoria de un teléfono móvil o de una cámara, en un libro o en cualquier otro lugar que le permita recuperarlas, apreciarlas, valorarlas, sentirlas, quererlas… Y, sobre todo, compartirlas.
Un paseo por el campo. Una parada en el camino, observar una flor llamativa, un insecto, un árbol… y si lleva su cámara al cuello, por qué no, tomar una foto, jugando con los ángulos, con los enfoques, para que, una vez capturada, transmitir que no es solo una flor, sino algo en lo que vale la pena detenerse, observar y, sobre todo, disfrutar. Lo mismo si es un árbol, una perdiz despistada o un gato que se cruza en su camino.
Lo mismo ocurre en la ciudad. Sus fotos con Sierra Nevada al fondo, del río Genil en su discurrir por la ciudad, o las nubes, ya sea del amanecer o del anochecer, son sin duda sus temas favoritos para captar con la cámara.
Y en la costa, pasando sus días en las playas de Motril, igualmente hay temas que tampoco escapan de su objetivo: los reflejos del sol saliendo por el este en el mar o poniéndose por el oeste, una gaviota que emprende el vuelo, o las olas rompiendo furiosas contra la costa.
Ese, en definitiva, es mi padre, Juan Nicolás Navarro. Una persona que ha sabido evolucionar en la vida, incansable caminante y observador, padre, marido y, sobre todo, en estos últimos años, un abuelo ejemplar. Dispuesto siempre a ayudar a los suyos, a darlo todo por ellos, aunque sea el encargo más banal del mundo.
Una persona que, pese a los vaivenes propios de la edad, ha sabido evolucionar, conquistar las nuevas tecnologías, superando los retos que estas suponen, porque para él la expresión «yo no sé hacer esto» no existe.
Una persona que, en las líneas de este libro, nos comparte sus recuerdos, desde los más anecdóticos hasta los más profundos. Conversaciones, pensamientos, inquietudes; en definitiva, el discurrir de su vida.
Esos recuerdos que nos deja que, como todo lo que se plasma en papel, perdurarán por los años y serán leídos por las próximas generaciones (la primera sin duda lo hará), para recordarnos que lo bello, lo que vale la pena disfrutar, sentir, seguir, está en las pequeñas cosas.
Ese es, ÉL, mi padre: Juan Nicolás Navarro.
Juan José Nicolás Muñoz