Donde la luz se hace pequeña

Una escritura directa y atrevida, en la que subyace un deseo de renovación más allá de la literatura que amó, deudora en parte del denominado realismo sucio norteamericano, fue la característica principal de la obra narrativa de Alejandro Zurita.
En esta edición presentamos una selección de sus relatos, género en el que dejó muestra de su maestría y de su pasión literaria. Personajes vulgares de vidas convencionales pasan por estas escenas breves, casi minimalistas, en las que el autor se desnuda con expresión clara y sin ningún asomo de pudor, y trata temas desde su imaginario y desde su biografía existencial, haciendo especialmente un guiño a los perdedores, a través de los cuales toca el tema del estigma de la enfermedad, de las relaciones frustradas, del sexo sin amor, de la incomunicación, de la locura de lo cotidiano y de los delirantes sinsentidos de un mundo hostil y deshumanizado. Pero también de sus predilecciones: del cine clásico y el de terror, del sentido cómico de la existencia o de la tarea del escritor.
No hay, sin embargo, una visión fatalista ni triste en esas escenas, a veces impetuosas y coloquiales, que caracterizan su obra. Así, en los temas más dramáticos, como en los más reflexivos y testimoniales, no falta un asomo de sueño e irrealidad, ni tampoco un cierto lirismo e ironía, y un peculiar sentido del humor.
Sin dejar de confiar en el ser humano, y de mantener una complicidad y un tanto de ternura hacia esas víctimas enloquecidas y vulnerables, Alejandro se sirve de la escritura formal y del disparate para presentarnos aspectos de un mundo sufriente y desquiciado con cierta comicidad, la del que se sabe parte también de ese mundo. Y así lo hizo, sin otra pretensión que la de compartírnoslo desde su singular manera de ver y sentir la literatura.