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Se dice que siempre hay que mirar en alto en busca de la esperanza. La esperanza te da alas, te hace volar, pero, cuando se te cortan las alas, interviene la tragedia de «I» del «Ícaro» y empieza una constante lucha entre «el elefante de la habitación» y… el «I» del «Ícaro»…
Porque a nosotros, a nosotros los humanos, nos toca enfrentar más desgracias que gracias divinas. Cada uno de nosotros lleva su cruz, sus penas, sus alegrías. No hay que tenerle envidia a los que lo llevan mejor que tú, y tampoco hay que sentir desprecio u asco por los que no lo han logrado. La vida es segundos… y nunca sabes lo que te puede traer. Por eso es mejor mirar hacia abajo, no hacia el cielo, para ver por dónde pisas, a quién y qué pisas en tu camino, y darte cuenta de que algunas personas lo pasan peor que tú. Esto te dará confianza y el sentido de agradecimiento. El arcoíris es un cuento sobre hechos reales en un ambiente social e histórico real, y doy fe de que muchas personas se encontrarán en unas de estas situaciones vividas por el personaje principal. Ojala no fuera así, pero, por desgracia, lo es. Inocencia perdida antes de tiempo, violencia doméstica, violencia sexual, maltrato, pobreza… son marcos que triste y lamentablemente no afectan únicamente a una persona, sino a una sociedad entera. Todas las situaciones limites, los conflictos, tanto internos como externos, crean una historia que impacta. Pero no se trata de juzgar personas, ni de racismo, ni de religión o feminismo, pero se quiere ser un ejemplo para todos los hombres y las mujeres, para las madres, los padres y sus hijos, para la gente que busca la libertad y la coherencia emocional en su propria manera de pensar, de sentir, de ofrecer y percibir… la vida.
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