EL FRANCISCANO ERRANTE – Una lápida no da la paz

Casilda Latorre, tras el entierro de su antepasado en un cementerio católico, comprueba que sigue sintiendo su presencia, pese a la promesa de este de dar por zanjadas sus apariciones. Se verá inmersa por su profesión de periodista-reportera, y por su relación de parentesco con el finado, en un crimen en Santa Fe de un niño de ocho años cuyo padre resultaría ser primo lejano; a la par que el «monje que se aparece» (ahora solo en sueños) vuelve repetidamente a contarle historias pasadas y futuras. A esto hay que añadir su situación de pareja anterior, la cual se disolvió cuatro años atrás, y un asesinato brutal acaecido en Loja hace un trienio, de una niña de trece años, de una manera horrible y sanguinaria, adornado con ritos satánicos. Todo ello con el atractivo de un tesoro oculto que nadie ve, pero está frente a sus narices. Para colmo, alguien muy próximo se torna en la antítesis de quien parecía ser, pasando de la simpatía a la antipatía, del amor al odio y de sinónimo de vida a reflejo de muerte. Todo ello aderezado con una trama plena de sorpresas y acción trepidante.