Vigeland (La vida es solo un trozo de nuestra existencia)

La novela comienza recordando los hechos de una España atrasada en los años sesenta, con una economía de supervivencia, que para un niño no era sinónimo de infelicidad, sino un símbolo de juego en libertad.
En la segunda parte, el autor hace un ejercicio de introspección en el que a veces se expone a una operación de corazón abierto sin anestesia. Puede que algunos capítulos tengan un tinte dramático y descarnado, tratando de ser fiel a unos hechos que tarde o temprano nos llegarán a todos sin excepción. Sin embargo, siempre están rodeados de un halo de esperanza.
El autor remata cada capítulo con un pequeño poema en el que trata de resaltar sus sentimientos y emociones.
Aunque el futuro nadie lo conoce, él se atreve a dar unas pinceladas, pensando que lo que vendrá no será tan negro como algunos auguran. Siempre que ha llovido, ha escampado. Si vemos el porvenir con las gafas del presente parece que no va a ir bien, pero, sin duda, la ciencia dará soluciones que ahora ni sospechamos.